Los chinos no saben de horas, pero sí de esquinas. No venden su cuerpo, pero sí rubias. Lo suyo son las cervezas furtivas, tímidas y retraídas con la luces blanquiazules de las sirenas municipales.
Los chinos no saben de horas, pero sí de esquinas. No venden su cuerpo, pero sí rubias. Lo suyo son las cervezas furtivas, tímidas y retraídas con la luces blanquiazules de las sirenas municipales.