Gajes del oficio me llevaron ayer a Barajas, pero no a la flamante T4, sino a las terminales «de toda la vida». Se encuentran en un estado lamentable y casi vergonzoso. Para alguien que aterrice en España por vez primera tiene que ser una cuestionable imagen la que se lleve de nuestro país.
Si vas en Metro, nuestra amiga Espe te hace pagar un suplemento al que denomina «servicio especial». ¿Especial por qué? ¿Por llevarme a donde quería? Toma ya, un eurito. Y si no lo pagas te quedas delante de los tornos con cara de gili.
Sigamos, ¿a quién se le ocurre acometer obras en agosto? Precisamente cuando más tráfico soporta.
Te obligan a meterte en zonas donde el casco es obligatorio para ir a una terminal.
Y como no hay zonas de descanso con tanto cascote suelto, la gente se echa en las escaleras.
No se trata de un creativo remate en el techo, sino de cables sueltos colocados con un aire Agatha.