Estuve en su festival porque lo creí justo. Actuaban toreros a los que ayudó en sus comienzos. Paquito arrimó el hombro para que fuese la gente y supiese por qué merecía una ayuda un torero republicano en una Salamanca fascistoide.
Un buen amigo me contó la mejor enseñanza de «Toreri»: «El cuerpo está pa’ cagar, follar y torear».
Largo adiós a un torero que se agarró a la brocha gorda o lo que saliese sólo por ser «tricolor», una vocación frustrada por pensar por su cuenta.