Nada más subir al taxi en Nervión, fijé la vista en la estampita del salpicadero.
– ¿Me lleva al Zenit, en Triana, en Pagés del Corro? Por cierto, veo que le gustan a usted los toros…
– Bueno, antes no, pero es mi sobrino, ¿sabe usté?
– Ah, muy bien. ¿Y qué corte de torero tiene?
– No entiendo.
– ¿Qué si es de arte o de bragueta?
– Depende de como esté el ganao, pero no tiene miedo, ¡eh! Es muy buen chico. Yo no tengo críos y le ayudo todo lo que puedo. El otro día me dijo que cuando sea torero bueno me va a quitar del taxi.