Al pasar por Carmine Street, rumbo al Grey Hound pasamos por una antigua casa de discos, literalmente. En la espuerta que tenían frente al escaparate, en la calle, como invitando a explorar el género, aparecía en primer lugar un disco de Andrés Segovia.
– Hey, Robert, esto te interesa.
– Sí, pero no tengo donde escucharlo.